Dime con quien andas...

Es muy probable que la leyenda del "vampiro chupasangre" se origine en la teoría del ladrón de energía o ladrón emocional.
Cuando el ser humano rompe la conexión que le une con la energía del Universo (nuestra fuente principal) nos sentimos débiles e inseguros. Es entonces cuando tendemos a buscar otra manera de obtener la energía que nos hace falta a través de las personas de nuestro entorno.
Tendemos a adoptar un rol manipulador que nos permite absorber la energía de los otros.
Esta competencia por la energía es la fuente de los conflictos entre personas.

Todos los seres humanos acabamos adoptando nuestra postura según las diversas "farsas de control" existentes.
La farsa de control es una representación con la que estamos familiarizados, al igual que con muchas secuencias de películas, para la cual escribimos el guión siendo niños.
Después de habernos repetido la escena un número incontable de veces en nuestra vida cotidiana, estas transcurren ya sin percatarnos. Todo lo que sabemos es que el mismo tipo de acontecimiento nos ocurren repetidamente.
El problema es que si estamos repitiendo sin cesar una determinada escena, entonces dichas escenas de la película de nuestra vida real, la gran aventura marcada por las coincidencias, no se desarrollan. Paramos la película cuando repetimos nuestra farsa única para maniobrar en busca de energía.
Sólo cuando nos liberamos de nuestra farsa de control somos capaces de experimentar la energía pura.

Existen, sin embargo, personas en el mundo que sólo son capaces de obtener su energía vital robándosela a los demás.
Estas, son personas aparentemente normales, absorven nuestra energía emocional y mental. Algunos, saben cuanta frustación y ansiedad inflingen. Otros sin embargo no tienen conciencia del daño que ocasionan.
Por lo general, manipulan, utilizan y abusan psicológicamente de sus amigos, familiares e incluso desconocidos.
"Prohibir el paso" a este tipo de personas no es tarea fácil pues la "víctima" termina autorizandolas en cuanto reacciona con inseguridad a las observaciones aparentemente "inofensivas" y en realidad mal intencionadas de nuestro "agresor psíquico".
En definitiva, terminan adentrándose en cuanto consiguen encontrar una fisura emocional que les permita comenzar un proceso de destrucción para absorver la energía, proyectando a la vez sobre la "víctima" un proceso de autodestrucción que termina convirtiendola en ladrona de si misma.

Detectar a un ladrón de energía tampoco es tarea fácil. Por lo general, suelen padecer un comportamiento enfermizo, caracterizados por la melancolía y la tendencia a la depresión. Encubren sus palabras, hablan por hablar, su falta de energía la compensan alimentándose de la vitalidad de quienes les rodean al ser incapaces de generar una actitud positiva para sentirse bien por sí mismos.
Inconscientemente, terminan buscando a víctimas que los alimenten.
“Después de hablar o discutir, él se pone más contento. Yo me quedo hecha polvo, pero a él parece que le revive…”
“Solo me siento cerca de mi madre cuando estoy mal. En esos momentos, se vuelca. Le encanta cuidarme. El caso es que yo me dejo llevar y cada vez me siento peor. Me voy metiendo en el papel de enfermo, ella cada vez me cuida más y, al final, no salgo de la cama…”

Aunque uno piense que puede ayudar a esta clase de personas lo cierto es que jamás dejarán de tener esa necesidad de "vampirizar" emocionalmente al resto. En cuanto le hayan utilizado para alimentarse, se irán a buscar a la siguiente víctima.
No les importa el que le digan, ni las excusas que ponga. Lo cierto es que son incapaces de sentir emociones por nadie ya que su necesidad de alimentarse sin entregar su energía a cambio es superior a cualquier otro tipo de necesidad.

Se llenan de energía en los momentos en los que la mayoría nos sentimos vacíos.

Curioso es ver como lo que a unos nos mata a otros les vivifica.









Para leer más sobre energía y "ladrones de energía", recomiendo el libro titulado "Las nueve revelaciones".